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Para el estudio del reflujo y sus efectos existen pruebas como la manometría, que valora los tonos esfinterianos y la contracción esofágica. La pHmetría permite controlar el nivel de acidez, y por tanto sirve para controlar la eficacia de los mecanismos antirreflujo. Las técnicas de imagen anatómica como la radiología con contraste baritado o la endoscopia con biopsia permiten estudiar la integridad de la pared esofágica.
La gammagrafía de reflujo gastroesofágico es un estudio funcional consistente en realizar, tras el marcaje y administración al paciente de alimentos sólidos y/o líquidos con 99mTc, un seguimiento mediante la adquisición de secuencias de imágenes. El análisis y procesado de las mismas nos permitirá detectar focos de actividad del radiofármaco a nivel de esófago, confirmando la existencia de reflujo. Es, por tanto, una exploración que revela en TIEMPO REAL la existencia de reflujo gastroesofágico. Además de tratarse de un estudio de fácil realización, es poco invasivo e implica escasa radiación para el paciente, por lo que es frecuentemente empleado ante la sospecha de reflujo gastroesofágico en niños.
El esófago, situado entre la faringe y el estómago, desempeña diversas funciones, como transportar los alimentos recién deglutidos, aclarar sustancias ácidas refluyentes desde la cavidad gásrica o la prevención de la aspiración traqueobronquial (paso de contenido digestivo al árbol respiratorio).
El esfínter esofágico inferior, frontera con el estómago. incrementa su tono tras el paso del bolo alimenticio. La misma función protectora es realizada por hormonas como las prostaglandinas, la presión intraabdominal y la pinza diafragmática. Todos estos factores consituyen los llamados mecanismos antirreflujo. Cuando estos fallan, da lugar a un cuadro clínico que denominamos reflujo gastroesofágico.
El Reflujo gastroesofágico se define como el paso de contenido gástrico hacia el esófago, situación que, de producirse con frecuencia, provoca síntomas como ardor, malestar, dificultad para la deglución, náuseas, vómitos o paso de material digestivo a los bronquios y pulmones, con el consiguiente riesgo de infección respiratoria.
Otros trastornos del esófago afectan principalmente a la motilidad de la pared. Ésta se ve reducida o neutralizada en patologías como la acalasia o la esclerodermia, o aumentada en el espasmo esofágico difuso o el esófago en cascanueces.